Me acuerdo de nuestros paseos dominicales cuando eramos chicos. Como no teníamos auto, caminabamos y caminabamos, aun cuando se terminaba el pavimento y aparecía el camino de tierra, seguíamos caminando. Nos fascinabamos con nimiedades como un par de arañas pollito y unos cuantos huesos de vaca que fueron a parar entre la berma imaginaria y las zarzamoras. Durante el verano este recorrido era aun más genial porque partíamos cada un con tremendos baldes a recoger esa deliciosa fruta morada, las cuales comíamos llenas de polvo y aun tibias por el sol. Terminabamos todos arañados pero más felices que no se qué. Luego volvía a aparecer el pavimento y seguíamos caminando, hasta que sentíamos las piernas de lana y caíamos rendidos.
Lo que menos me gustaba era ir al colegio, me cargaba tener que darle la comida a la fuerza al maxi, si no, perdíamos la micro, la cual en ese entonces pasaba cada media hora. Yo tenía 8 años y él 5, me acuerdo que lo vestía, peinaba, lo tomaba de la manito y nos íbamos a clases. Me creía su mamá, lo retaba si se sacaba malas notas o si molestaba a alguna compañera, pero también lo protegía si algún niño se le acercaba con la intención de vengar alguna travesura. Aún recuerdo a la perfección a ese hermoso e inquieto niño que pasaba en el hospital, en esos tiempos las visitas eran muy restringidas y por lo mismo mi mamá lloraba, lloraba harto, pero yo no, me creía grande.
En esos años nuestra casa era de un piso, con un crateus en el frente el cual separaba nuestro mundo intimo de los extraños que pasaban por la vereda. Dormíamos los 4 en una pieza chiquitita, cuyo cielo estaba ennegrecido y guateado por la humedad. Nos repartíamos en dos pesados camarotes, los cuales fueron escenario de los más diversos e intrépidos juegos. Eramos tan exageradamente felices, que aveces pienso nunca volveremos a serlo como en esos tiempos. Nos contábamos historias de terror inventadas, jugábamos a las escondidas, nos creíamos gimnastas todo en esa minúscula pieza. Porqué será que al crecer la felicidad se nos complica tanto?, porqué complicamos nosotros mismos nuestra felicidad?, cuando un par de besos e historias fantásticas son lo único que nos hace falta.