segunda-feira, dezembro 11, 2006

Marcha Fúnebre I

Lo aplacé harto, no kería que andei más lo leyera, pero me estaba poniendo muy egoista con mis textos. Espero el número de suicidios aumenten de manera vertiginosa después de leer esto, de corazón quiero que mucha gente adopte esta forma de suicidio, si vas a ser cobarde, por último hazlo con estilo. Este no es el original, porque se me perdierony escribí de lo que em acordaba.

"Hoy es un día azul de primavera,
Creo que moriré de poesía,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
Como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida."

Aprovecha, don´t be sad
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El siempre se imaginó que en el momento que decidiera morir escucharía plácidamente, aumentando el dolor de su alma, la banda sonora de su vida. Aquella banda sonora que le recordaba cada uno de los momentos en que había sido más infeliz, justamente aquellos instantes en los que la felicidad le había dado un espaldarazo y una canción.

Estaba seguro, claro que lo estaba, aquellas melodías conjugadas debían comenzar el proceso de extinción. Aun lo recordaba a la perfección.

No fue hace más de un año, se encontraba en la estación de trenes, era muy temprano, pero no importaba, nada importaba realmente, lo único en aquel momento eran él y ella. Por fin podrían dejar atrás todo sufrimiento, todo prejuicio y sumirse por siempre es aquellos planes de sueños. Estaba tan nervioso que el movimiento de su mandíbula se tornaba insoportable, sólo faltaban cinco minutos y ella no llegaba aun. En el fondo sabía que algo terrible estaba a punto de suceder, pero no permitía verbalizar ningún mal pensamiento, como si aquello pudiera borrar lo inevitable.

De pronto, cual aparición, la ve. Ahí estaba ella: hermosa, fría y perfecta. Sin embargo lograba percibir la súplica terrorífica que traban de gritar sus ojos.

Todo era una trampa, todo estaba planeado. Pero cómo era posible que se hayan enterado si todo había sido preparado con toda la cautela del mundo, seguramente la sirvienta esa los había delatado. En aquel momento mil cosas pasaban vertiginosamente por su cabeza, pero ninguna salía, todas quedaban atrapadas en la amargura de su boca.

De un segundo a otro logró divisar otra figura además de ella. Era él, mierda. En ese momento supo que todo había acabado para el y para los dos. En su posición de cazador lo observaba desde la puerta de la estación, alternando la vista con el revólver que sacó de su bolsillo interior izquierdo. Lo miró a los ojos y con ellos le dijo todo lo que se había guardado durante tanto tiempo, al fin acabaría lo que debió haber terminado aquella vez que los sorprendió besándose en aquel café de mala muerte.

Las palabras sobraban en ese momento, eran un adorno innecesario para lo que estaba a punto de ocurrir. Lo mira por última vez, respira hondo, apunta y dispara.

De pronto gritos, confusión, sangre y dolor. Y ella, hermosa, valiente y fría. Su incondicional y salvador amor se fusionaba con la sacra sangre que se expandía como la mancha de muerte más dolorosa de todas. Lo miró por última vez y se sumió en el sueño que la llevarían a volar como el hermoso ángel oscuro que siempre fue.

La realidad parecía ilusoria, podía distinguir en su interior la canción interpretada por la misma muerte. Claro que sí, era ella, la más perfecta, la mejor canción, la más conmovedora, cual más. La misma muerte seguía cantándola, era la Violeta y su "maldigo del alto cielo", era la perfección, era la Viola, la misma Viola funebris de Nicanor.
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maldigo del alto cielo/Violeta Parra
Maldigo del ato cielo la estrella con su reflejo
Maldigo los azulejos destellos del arroyuelo
Maldigo del bajo suelo la piedra con su contorno
maldigo el fuego del horno porque mi alma esta de luto
Maldigo los estatutos tiempo con sus bochornos
Cuanto sera mi dolor
Maldigo la cordillerade los andes y de la costa
maldigo señor la angostay larga faja de tierra
tambien la paz y la guerra lo franco y lo veleidoso
maldigo lo perfumoso porque mi anhelo esta muerto
maldigo todo lo cierto y lo falso con lo dudoso
cuanto sera mi
maldigo la primavera
con sus jardines en flor
y el otoño el color yo lo maldigo de veras
a la nube pasajera la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto
maldigo el viento entero con el verano embustero
maldigo profano y santo
cuanto sera mi dolor
Maldigoa la solitaria figura de la bandera
maldigo cualquier emblema la venus y la araucaria
el trino y la canaria el cosmos y sus planetas
la tierra y todas sus grietasporque me aqueja un pesar
maldigo del ancho mar sus puertos y sus caletas
cuanto sera mi dolor
Maldigo luna y paisaje los valles y los desiertos
maldigo muerto por muertoy al vivo del rey a paje
al ave con su plumaje yo la maldigo a porfialas aulas,
porque me aflige un dolor
maldigo el vacablo amor con toda su porqueria
cuanto sera mi dolor
Maldigo por fin lo blanco lo negro con lo amarillo
obispos y monaguillos
ministros y predicantes
yo los maldigo llorando lo libre y lo prisionero
lo dulce y lo pendenciero
le pongo mi maldicion en griego y en español
por culpa de un traicionero
cuanto sera mi dolor.

sexta-feira, dezembro 08, 2006

Sus uñas arregladas de manera religiosa, su perfecta melena rubia y sus inocentes ojos color miel parecían una burla incoherente frente a aquella imagen de horror. Parecía una pesadilla inmortalizada en la fotografía de algún artista, su inmovilidad daba esa sensación, sin embargo el terror no dejaba que ninguno de sus músculos pudiera hacer esfuerzo alguno. Parecía como si después de aquel acto de ira todos acabarían convirtiéndose en estatuas de sal inmortalizadas en el pecado.
Su mente solo era un proyector que mostraba imágenes aglutinadas, que pasaban demasiado lento para aquella mujer que en su vida solo había sabido de satisfacciones.
Su vestido dominical inmaculado estaba completamente vejado por la sangre, su propia sangre que se fundía en un caldo de desconsuelo junto a la del único hombre que había amado de verdad. Las perlas de su collar parecían artificios demasiado ridículos tratando de adornar con un toque de elegancia aquella horrorosa imagen. Pero ahí seguía más clara que nunca, con su vestido, sus perlas, sus uñas de corte religioso, su perfecta melena rubia y sus ojos color miel que reflejaban el acto de amor más desesperado que haya cometido jamás nadie.
Lo hizo limpiamente, de frente, mirándolo a los ojos y diciéndole lo mucho que lo amaba. Él sabía que tarde o temprano iba a suceder, él, ahí estaba él, mil veces él y con los ojos más abiertos que nunca. Parecía prendido en el te amo de la única mujer que lo había querido con todo el corazón, parecía no querer irse, parecía estar atrapado en su propio cuerpo inerte tratando de gritarle que era una maldita perra posesiva.
Así era ella, posesiva. Y ese fue su mayor pecado, el asesinato del puerco infiel de su marido fue solo una consecuencia de su manía por tener la exclusividad de todo cuanto poseía. Además le era imposible la idea de vivir con un hombre al cual iba a tener que compartir siempre, más con una perra de 15 años. Esa había sido su peor humillación.
La cosa es simple, un día se cansó, no pudo más y esperó que llegara de la oficina. Mientras se duchó, se arregló como de costumbre y puso en el horno su comida favorita. Él llegó a la misma hora de siempre, se sentaron en la misma mesa y pusieron la misma radioemisora de todos los días. Él se sentó en la misma silla y tomó la misma copa de vino. Como de costumbre comieron en silencio, alterando el ritual sólo la música que emanaba de los parlantes.
Ella esperó que terminara de beber su copa de Brandy, lo miró a los ojos, le dijo lo mucho que lo amaba y lo feliz que se sentía al saber que moriría a su lado y no en la cama de la puta quinceañera esa. Tomó el cuchillo con el que minutos antes había trozado la carne y se lo enterró certeramente en el abdomen mientras él trataba de escupir el "perra egoísta" que siempre quiso decirle.
De un momento a otro sus uñas arregladas de manera religiosa, su perfecta melena rubia y sus inocentes ojos color miel parecían una burla incoherente frente a aquella imagen de horror.


segunda-feira, dezembro 04, 2006

SEÑOR LICENCIADO:

Creo que el fin de semana me quedaron hartas cosas por decirte, es que creo que las emociones son un poco difíciles de verbalizar, sobre todo en el momento en que las sientes con mayor intensidad y crees que si las dices se te van a salir de un sopetón por los ojos.
Tu no logras dimensionar el inmenso amor que siento por tí, no sabes lo mucho que me cuesta resignarme que ya eres un hombre y no un niño al que tengo que proteger por sobre todo. Me da una cosita extraña pensar que vas a tener que tomar tus propias desiciones las cuales te van a acompañar por el resto de tu vida, pero lo que sí tengo claro es que sea cual sea, vas a tener todo mi apoyo, el mismo apoyo que te he brindado durante todos estos años.
Solamente nosotros dos podemos dimensionar la complicidad que nos une, la secuencia de historias, hechos, que nos han ligado durante toda nuestra vida, te amo hermano mio, te amo como se ama a un hijo y a un hermano, te amo porque eres un gran hombre y te amo porque sigues siendo mi pequeño.
Sólo te pido que la honestidad te guie, que nunca te apartes de Dios y que hagas todo lo posible por ser una buena persona, porque las buenas personas siempre son felices.
te amo.