sexta-feira, dezembro 08, 2006

Sus uñas arregladas de manera religiosa, su perfecta melena rubia y sus inocentes ojos color miel parecían una burla incoherente frente a aquella imagen de horror. Parecía una pesadilla inmortalizada en la fotografía de algún artista, su inmovilidad daba esa sensación, sin embargo el terror no dejaba que ninguno de sus músculos pudiera hacer esfuerzo alguno. Parecía como si después de aquel acto de ira todos acabarían convirtiéndose en estatuas de sal inmortalizadas en el pecado.
Su mente solo era un proyector que mostraba imágenes aglutinadas, que pasaban demasiado lento para aquella mujer que en su vida solo había sabido de satisfacciones.
Su vestido dominical inmaculado estaba completamente vejado por la sangre, su propia sangre que se fundía en un caldo de desconsuelo junto a la del único hombre que había amado de verdad. Las perlas de su collar parecían artificios demasiado ridículos tratando de adornar con un toque de elegancia aquella horrorosa imagen. Pero ahí seguía más clara que nunca, con su vestido, sus perlas, sus uñas de corte religioso, su perfecta melena rubia y sus ojos color miel que reflejaban el acto de amor más desesperado que haya cometido jamás nadie.
Lo hizo limpiamente, de frente, mirándolo a los ojos y diciéndole lo mucho que lo amaba. Él sabía que tarde o temprano iba a suceder, él, ahí estaba él, mil veces él y con los ojos más abiertos que nunca. Parecía prendido en el te amo de la única mujer que lo había querido con todo el corazón, parecía no querer irse, parecía estar atrapado en su propio cuerpo inerte tratando de gritarle que era una maldita perra posesiva.
Así era ella, posesiva. Y ese fue su mayor pecado, el asesinato del puerco infiel de su marido fue solo una consecuencia de su manía por tener la exclusividad de todo cuanto poseía. Además le era imposible la idea de vivir con un hombre al cual iba a tener que compartir siempre, más con una perra de 15 años. Esa había sido su peor humillación.
La cosa es simple, un día se cansó, no pudo más y esperó que llegara de la oficina. Mientras se duchó, se arregló como de costumbre y puso en el horno su comida favorita. Él llegó a la misma hora de siempre, se sentaron en la misma mesa y pusieron la misma radioemisora de todos los días. Él se sentó en la misma silla y tomó la misma copa de vino. Como de costumbre comieron en silencio, alterando el ritual sólo la música que emanaba de los parlantes.
Ella esperó que terminara de beber su copa de Brandy, lo miró a los ojos, le dijo lo mucho que lo amaba y lo feliz que se sentía al saber que moriría a su lado y no en la cama de la puta quinceañera esa. Tomó el cuchillo con el que minutos antes había trozado la carne y se lo enterró certeramente en el abdomen mientras él trataba de escupir el "perra egoísta" que siempre quiso decirle.
De un momento a otro sus uñas arregladas de manera religiosa, su perfecta melena rubia y sus inocentes ojos color miel parecían una burla incoherente frente a aquella imagen de horror.


3 Comments:

Anonymous Anônimo said...

Hola. Espero que estes bien.

La verdad encontré un poco rebuscado tu cuento para leerlo. Soy más simple para leer.

Saludos.

11:44 PM  
Blogger J. I. Avila said...

Excelente! Poseer. ¿Viste la pelicula "Primavera, verano, otoño invierno y primavera otra vez" ? La lujuria engendra la posesion, y la posesion el asesinato. Saludos,

4:56 PM  
Anonymous Anônimo said...

Si no existieran las leyes, nos comportaríamos como nos comportamos?, si no existiera el 20% de descuento TODOS LOS DÍAS en farmacias cruz verde, los precios subirían 20%? no es acaso que los precios no están bajados, sinó que eso valen los remedios?... en fin, la vida y los asesinatos van de la mano, invito a mucha gente a tomarse de la mano de uno de ellos y acabar con esa persona que odiamos, sobre todo si es gorda.

2:21 AM  

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